Y todo el pueblo se fue… a celebrar una gran fiesta, porque comprendieron las palabras que les habían enseñado. (Nehemías 8:12)
El único gozo que refleja el valor de Dios y rebosa en un amor que lo glorifica es aquel que surge del verdadero conocimiento de Dios. Si ese conocimiento es limitado o distorsionado, entonces nuestro gozo será un pobre eco de la verdadera excelencia de Dios.
La experiencia que Israel vivió en Nehemías 8:12 es un paradigma de cómo ese gozo que glorifica a Dios ocurre en el corazón. Esdras leyó la Palabra de Dios al pueblo y los levitas la explicaron. Luego, el pueblo se fue «a celebrar una gran fiesta».
Su gran gozo se debía a que habían entendido la Palabra.
Muchos de nosotros hemos sentido alguna vez nuestro corazón ardiendo de gozo en el momento en que Dios nos abría las Escrituras (Lucas 24:32). En dos ocasiones Jesús dijo a sus discípulos que les enseñaba para que su gozo fuera completo.
Juan 15:11 dice: «Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea completo».
Juan 17:13 prosigue: «Hablo esto en el mundo para que tengan mi gozo completo en sí mismos».
Lo que la Palabra muestra principalmente es al Señor ofreciéndose a sí mismo para que lo conozcamos y nos regocijemos en Él. «El Señor se revelaba a Samuel en Silo por la palabra del Señor» (1 Samuel 3:21).
El punto es que si nuestro gozo ha de reflejar la gloria de Dios, entonces debe emanar del conocimiento verdadero de cuán glorioso es Dios. Si hemos de regocijarnos en Dios como la Palabra nos enseña, debemos tener un conocimiento verdadero de Él.